«Vida-muerte en «Nonato» y «Moriencia» de A.R. Bastos, por Hernán J. Morales

Vida-muerte en “Nonato” y “Moriencia” de Augusto Roa Bastos

Hernán J. Morales

 

Cuando usted me dice que yo no puedo acordarme tan lejos, que nadie en su sano juicio puede hacerlo, y que ya estoy crecido para andar perdiendo el tiempo en chocheras de chico, yo me callo. Solo por fuera. Sin nadie a quien hablar de estas cosas, ya que usted tampoco quiere escucharme, me quedo hablando conmigo mismo, para adentro. Puedo malgastar mis palabras; a qué voy a malgastar mi silencio. Me abrazo a la pared, aplasto la boca contra el revoque y las siento moverse en el aliento con gusto a cal, a cucarachitas rubias. Yo las masco un poco y las dejo subir rengueando. Suben y se quedan enredadas en las telarañas del techo. A. Roa Bastos[i]

 

 

 

La palabra, el sonido, el recuerdo, ese camino incansable que yace en la escritura de Roa Bastos casi como una obsesión que ha marcado un punto crucial en el imaginario de este escritor. Dada su pertenencia a la cultura guaraní, se obsesiona por, en términos de Melia S. J. Baromeu[ii], darle voz a la palabra oral en la escritura. En este sentido, a partir de la situación de exilio que arrastra la lengua desterrada por la dominación del castellano, la escritura se pone al servicio de la oralidad. Desde allí surge un supuesto sustancial: la palabra “dicha” remite a  dos momentos fundamentales, la emisión y la escucha, el origen y el fin, en un tiempo espacializado, marcado por la duración de ese instante. Esa palabra oral, ese instante, no es otra cosa que el fundamento material de la lengua guaraní. Con ello cultura occidental y guaraní, letra y voz se cruzan borrando sus límites en la escritura. En este caso, observaremos dicha confluencia en dos cuentos, “Nonato” y “Moriencia” de la Antología Cuerpo Presente y otros cuentos.[iii]

Este cruce entre dos culturas a que nos referimos implica un nuevo orden de cosas, a partir de la posesión de dos lenguas, en otras dimensiones relacionadas con la manera de aprehender la vida y el mundo. En especial nos interesa observar cómo los conceptos de vida y muerte en la escritura de Roa Bastos adquieren otra significación en relación a su otro imaginario cultural, el guaraní, manifiesto en la transfiguración de la letra en voz. Desde una mirada fundada en lo que Mignolo denomina “dominio borroso”[iv], podríamos decir que la vida y la muerte en nuestra cultura  representan dos estados contrapuestos de la existencia humana. La muerte es la detención de la vida como devenir, un corte, un fin. La idea de finitud que la muerte imprime, conlleva el sentimiento de dolor implícito, eso de lo que no se puede escapar, lo inevitable o la pérdida. Y con ello, la pregunta constante sobre un más allá, sobre una esperanza, utópica o no. En los cuentos que considero, estos conceptos son problematizados al extremo a través de la perspectiva guaraní. De alguna manera, esta vida-muerte que intentamos rastrear aquí está regida por los términos Nonato y Moriencia respectivamente. El uso nonato sumado al neologismo Moriencia, implica un nuevo sentido que debemos analizar con detenimiento. Nonato, (el no nacido), de acuerdo con lo que subyace en el texto significaría un estado de conciencia  respecto del nacimiento, el recuerdo de antes de nacer, ese momento de silencio antes del nacimiento, (origen primero). La Moriencia por su parte implicaría el proceso por el cual se llega a la muerte, la conciencia de saberse potencialmente muerto desde el nacimiento. Estos conceptos que, a simple vista parecieran dos extremos, en el universo roabasteano son parte de uno, reverso y anverso de la existencia misma.

Es complejo aquí observar el punto intersticial entre esas dos facciones, la bisagra, el pasaje que diluye sus fronteras, lo que pareciera surgir  del imaginario bilingüe de este escritor, donde parece reforzarse la visión de la vida y la muerte según la cultura guaraní. En sus cosmogonías[v], la muerte es consecuencia y primer acto de la vida, implica una vuelta a la tierra, a lo natural que se relaciona con el ciclo mismo de la existencia: no hay fin sino retorno al origen. El alma para el guaraní es incompleta y sólo se termina de completar en la vida misma, con el decir, con la palabra dicha. Además, es parte de lo divino, de la palabra divina y única, que se transfiere en la vida a través del cuerpo y por lo tanto puede superar la muerte biológica, transgrediéndola. Para la cultura guaraní lo primero fue el lenguaje, la matriz de su cosmogonía. Con ello encontramos en la poética de Roa Bastos una tensión constante entre lengua oral y lengua escrita, voz y letra, el completarse del alma en el decir, en la palabra.

En “Nonato” asistimos desde el título a una de las dimensiones que forman parte de esa matriz que sustenta la escritura roabasteana. Como dije Nonato trascendería el significado de la palabra postulando un estado de conciencia prenatal que puede manifestarse en la insistencia constante del “recuerdo de antes de nacer” que puede decirse.  Pero esos recuerdos son para el personaje el testimonio de la muerte de su padre porque él, Nonato, se ha separado de la madre a partir de la muerte de aquél. Recordar en consecuencia, es volver a recrear la muerte de su padre observada desde el vientre y volver a ese lugar primigenio, a estar unido a su madre. Por otro lado, puede pensarse en relación con la búsqueda del origen y el principio, que es también el constructo o base de esa otra cultura que conforma el imaginario roabasteano. Este proceso que re-crea el recuerdo supone a su vez una relación estrecha con el decir en sí. La escritura resulta con ello una puesta en escena del decir, un nombrar y un nombrarse.

La palabra, en el plano de la anécdota, se disgrega en dos dimensiones, hacia fuera y hacia adentro, dos ámbitos, el vientre materno y el afuera que comprendería la vida misma. En  la escritura estos dos planos parecen estar borrados desde la voz del narrador. La ausencia de puntuación coloca al discurso en una ambigüedad latente en donde la relación dialogal entre el narrador en primera con la madre se convierte en una digresión monologada. Esta digresión rompe con las reglas del discurso escrito haciendo de él una escritura regida por los cánones de la oralidad, una búsqueda en la textualidad que borra las fronteras de aquellas dos dimensiones. La voz de la madre se encuentra mediada por el recuerdo del narrador en ese constante “usted dice” de la cita que utilizo como epígrafe. La madre habla a través del recuerdo del personaje, recuerdo de la voz.. De ahí que el decir implique siempre el proceso de recordar. El diálogo así se verbaliza en un solo acto, el monólogo. Las voces se van construyendo en base a una cierta superposición que hace estallar la línea propia de la escritura, haciéndola dos en uno.

En “Moriencia” asistimos a la puesta en escena del estar muriéndose desde el nacer como lo señala Blas Matamoro[vi],  esta noción dentro de la poética de Roa Bastos conllevaría dos momentos sustanciales, dos muertes: Por un lado la muerte biológica y por otro la conciencia de la mortandad o el saberse potencialmente muerto. En la escritura aparece materializada desde el poder de la palabra. La muerte de Chepé Bolívar, el protagonista, es reconstruida a través de las versiones de los personajes y en ese poder de nombrarlo, Chepé cobraría vida nuevamente para seguir muriendo, como si el acto del decir tuviera el poder de resucitar. La voz del narrador será la encargada de recolectar esas versiones para contarle al lector la suya. Este proceso de fragmentación de voces se articula en la totalidad del texto a partir de la ausencia de puntuaciones estrictamente demarcadas, en algunas zonas incluso esas voces llegan a superponerse de una manera tan extrema que se hace dificultoso saber quién está hablando en ese momento. Esta ausencia perfila una dirección de absoluta densificación, en un término una máxima horizontalidad espesa en el discurso en donde las perspectivas o posiciones de los personajes respecto de lo que van contando invalida la versión o lo contado por el narrador. En este sentido al romper con una tradición narrativa que se apoyaba en la jerarquía del narrador como máscara de la voz autoral, en síntesis con el monologismo, este narrador se estaría riendo de sí mismo y de la figura del escritor en suma. La ironía con ello se desprende como dispositivo al producirse esta fractura. Por ello no hay jerarquías y la horizontalidad se satura de voces superpuestas. Este des-orden aparente provoca en el lector un grado de desconcierto frente a la figura del narrador, quien en la medida que deslegitima la versión de la vieja palabrera, el personaje que abre el cuento dialogando con el narrador, también con ese acto desautoriza la validez de lo que él mismo está narrando. De esta manera en un plano general se plasma un discurso que  se vale de la inmediatez de la oralidad y la digresión provocando un desborde en la voz principal del narrador.

Hubo quien dijo que del susto por la balacera y hubo quien dijo que de una bala perdida. Pero eso no fue verdad; tiene razón usted. El telegrafista murió porque ya tenía que morir nomás. Había estado esperando su muerte demasiado tiempo. El debió haber muerto en la sublevación del año 12. Pero de eso usted no debe acordarse. Ni habría nacido todavía. (27)

 

 

Desde lo temático podría decirse que las versiones se funden en una sola en el estado de moriencia, los veinte años que pasa el personaje labrando su ataúd que no es otra cosa que la construcción material de su muerte. De la misma manera que el personaje construye su muerte labrando el ataúd, los vecinos reconstruyen su vida a través de lo que van narrando a tal punto que cada uno de ellos se despersonaliza para volverse palabra dicha. La vecina es la vieja palabrera y la vida se le va por la boca reconstruyendo la larga muerte de Chepé Bolívar. Y en ese reconstruir importa el decir porque en ese acto reside la trascendencia la vivencia en oposición a la moriencia. Desde estas voces plurales coexistiendo se subvierte la dinámica propia de la escritura y su orden configurando el espacio necesario para  corroer los conceptos vida y muerte como instancias separadas, alejadas, articulándolos en una sola palabra: vida-muerte como un mismo complejo.

Estos cuentos permiten, de alguna manera, aproximarnos a una problemática constante en la narrativa de Roa Bastos. El concepto vida-muerte se articula a través de una poética sostenida por la palabra oral en tensión con la escritura, una dinámica que confiere al discurso una horizontalidad espesa manifestada en las perspectivas múltiples que someten al narrador a desvirtuar su orden y así romper con la línea como lo inherente al discurso escrito. Así Roa Bastos obliga al lector occidental a una segunda lectura de conceptos propios y arraigados.

Y esta constante le sirve a su vez, para instaurar en un macro proceso discursivo, su corpus completo, la modalidad de la variación como situación de interdiscursividad-intertextualidad. Los textos de Roa Bastos se ligan, refieren. Moriencia, Cuerpo Presente, Nonato, Contravida, son algunos ejemplos que materializan una reescritura constante, un contar nuevamente. Este acto de variación remite a volver a escribir la palabra, volver a decir recuperando la imagen desde el recuerdo, el mismo proceso que enviste a la oralidad. Y contar nuevamente es aquí volver a nacer, un desmorir del texto en un ilimitado acto de creación. Como las voces plurales de Moriencia, cada texto se consolida como una versión otra respecto de un hecho latente que necesita ser nombrado nuevamente, pero que por ser un hecho impreso en el recuerdo adquiere una nueva significación porque llega a ser de alguna manera irrecuperable como tal. Esto conforma una visión otra de la existencia misma. El mundo oral se cierne sobre el escrito para instaurar otro orden. Nacer es volver al vientre y morir es saberse muerto,  los dos extremos son los polos de un mismo universo que se forja en la escritura obligando al lector a resignificar sus categorías para entrar en un nuevo imaginario.

 

Notas


[i] Augusto Roa Bastos. Nonato en Cuerpo Presente y otros cuentos. Centro Editor de América Latina. Bs. As. 1971. pag. 5.

[ii] Merlia S. J. Baromeu. Una metáfora de la lengua en el Paraguay en Cuadernos Hispanoamericanos. 493/94. Madrid 1991.

[iii] Op Cit. i.

[iv] Walter Mignolo, lo opone al concepto “dominio teórico”. En “Dominios borrosos, dominios teóricos”  Filología…

[v] Ramón Brodoli Dolci. Hermosas palabras primeras en Cuadernos Hispanoamericanos. 493/94. Madrid 1991.

Eric Courthes. Augusto Roa Bastos Hijo de la dualidad maestro de la delegación de la escritura. En Última Hora. S/r.

 

[vi] Blas Matamoro. Una vida y dos muertes en Cuadernos Hispanoamericanos. 493/94. Madrid. 1991.

 

Bibliografía.

Augusto Roa Bastos. Nonato y Moriencia en Cuerpo Presente y otros cuentos. Centro Editor de América Latina. Bs. As. 1971.

Ramón Brodoli Dolci. Hermosas palabras primeras en Cuadernos Hispanoamericanos. 493/94. Madrid 1991.

– Eric Courthes. Augusto Roa Bastos Hijo de la dualidad maestro de la delegación de la escritura. En Última Hora. S/r.

– Blas Matamoro. Una vida y dos muertes en Cuadernos Hispanoamericanos. 493/94. Madrid. 1991.

Merlia S. J. Baromeu. Una metáfora de la lengua en el Paraguay en Cuadernos Hispanoamericanos. 493/94. Madrid 1991.

 

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2 respuestas a «Vida-muerte en «Nonato» y «Moriencia» de A.R. Bastos, por Hernán J. Morales

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    Fue bastante interesante leer los cuentos Moriencia y Nonato

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